Cuando pensamos en la igualdad de género en las artes marciales, resulta difícil encontrar un lugar donde no existan categorías especiales y discrepancias por peso, musculatura o género. Sin embargo, en el aikido parece primar la igualdad y equidad sin importar género, tamaño o peso.
El o la aikidoca o practicante de aikido, sea hombre o mujer, o se identifique de otra forma en términos de género, es enseñado a desarrollar una mayor sensibilidad respecto de las cualidades y capacidades personales así como de su oponente. Teniendo también en consideración el nivel técnico. En ningún punto se nos enseña a diferenciar por género.
Fue en Japón, a mediados del siglo XX que O’Sensei Morihei Ueshiba creó esta práctica donde hombres y mujeres podían trabajar conjuntamente en las mismas técnicas, con las mismas normas, misma vestimenta y mismas reglas sin importar género, tamaño, peso o clase social.
El aikido es una práctica deportiva donde todos los practicantes interactúan en un plano de igualdad y respeto, en un entorno no competitivo y que se realiza siempre en parejas igualitarias ya que se incentiva la práctica con personas con distinto nivel de habilidad, tamaño o género.
Sin embargo, es su carácter no competitivo el que mantiene al aikido en un segundo plano. Ya que al no aportar a las organizaciones deportivas de medallas, galardones o portadas, estas tampoco destinan los recursos o logran la difusión que requiere el aikido. A pesar de su aporte social orientado a la igualdad de género y no discriminación.